San Jorge (en griego, Γεώργιος Georgios; en siríaco clásico, ܓܝܘܪܓܝܣ Giwargis; en latín, Georgius) es el nombre de un soldado romano ejecutado en Nicomedia a causa de su fe cristiana, por lo que se lo venera como mártir. Se cree que vivió entre 275 o 280 y el 23 de abril de 303. Según la leyenda áurea, era «del linaje de los capadocios», por lo que a veces se le identifica erróneamente con el obispo arriano Jorge de Capadocia, puesto que ambos procedían de Capadocia.
San Jorge luchando con el dragón, icono ruso del siglo xiv. |
Su popularidad en la Edad Media lo ha llevado a ser uno de los santos más venerados en las diferentes creencias cristianas e incluso —en un fenómeno de sincretismo— en las religiones afroamericanas y musulmana de Medio Oriente, especialmente Palestina donde lo llaman Mar Yeries (árabe cristiano) o Al-Jádr (árabe tanto cristiano como musulmán).
Vida legendaria de San Jorge
La leyenda —posiblemente originada en el siglo iv— cuenta la historia de Jorge, un romano que tras morir su padre —Geroncio, oficial del ejército romano— se trasladó con su madre Policronia hasta la ciudad natal de esta, Lydda —actual Lod, en Israel—. Allí, Policronia pudo educar a su hijo en la fe cristiana y poco después de cumplir la mayoría de edad se enroló en el ejército. Debido a su carisma, Jorge no tardó en ascender y, antes de cumplir los 30 años fue tribuno y comes, siendo destinado a Nicomedia como guardia personal del emperador Diocleciano (284-305).
Veneración como mártir
La historia anterior es, en el mejor de los casos, dudosa. Sin embargo, su veneración como mártir comenzó relativamente pronto. Se tienen noticias a través de relatos de peregrinos de una iglesia construida en Diospolis (la antigua Lydda) en su honor durante el reinado de Constantino I, que se convirtió en el centro del culto oriental a Jorge.
Hacia los años 518–530, el archidiácono y bibliotecario Teodosio relata que Diospolis era el centro del culto de Jorge. Un peregrino anónimo de Piacenza menciona lo mismo hacia el 570.
La iglesia fue destruida en 1010 y más tarde reconstruida por los cruzados. En 1191 y durante la Tercera Cruzada (1189–1192), la iglesia fue destruida de nuevo por las fuerzas de Saladino. Una nueva iglesia fue erigida en 1872 y aún se mantiene en pie.
Durante el siglo iv, la veneración al santo se extendió desde Palestina al resto del Imperio romano de Oriente. En el siglo v su popularidad llegó a la parte occidental del imperio romano.
Canonización y leyendas posteriores
En el 494, el papa Gelasio I consideró válida la inclusión de Jorge en el catálogo de los santos, pero lo agrupó entre «...aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios».
Esta afirmación no evitaría la creación de diversas historias apócrifas sobre su vida, varias de ellas llenas de milagros. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, el texto más antiguo preservado sobre la vida del santo se encuentra en el Acta sanctorum, identificado por estudiosos como un palimpsesto del siglo v.
Hacia finales del siglo vi, el abad irlandés Adomnán, de la abadía de la isla de Iona, relata algunas de las leyendas orientales de Jorge recogidas por el obispo galo Arkulf en su peregrinaje a Tierra Santa en el año 680.
En la tradición islámicaSu nombre se encuentra presente en varias listas de profetas del islam.12
En los comienzos del islam, el santo cristiano se unió —a través del sincretismo religioso y cultural— con el profeta judío Elías, el predicador judío samaritano Phineas y el santo islámico al-Hadr ('el verde', del árabe hadir) para formar una figura religiosa que era y todavía es venerada en Oriente Próximo.3
La mezquita de Nabi Jurjis, restaura siglo xiv, era el lugar donde los musulmanes aseguraban que se encontraba enterrado el cuerpo de San Jorge. Sin embargo, fue destruida en julio de 2014 por el Estado Islámico de Irak y el Levante, quienes aseguran que dichas mezquitas se convirtieron en lugares de apostasía en lugar de oración.4
La leyenda del dragón
En el siglo ix, aparece otra popular historia: San Jorge a caballo como vencedor de un dragón. Esta historia, que es parte de la Leyenda dorada, también es conocida como «San Jorge y el dragón», y es el probable origen de todos los cuentos de hadas sobre princesas y dragones en Occidente.Debe tenerse en cuenta que la leyenda se relata en diversas partes de Europa (como, por ejemplo, el mito griego de Perseo) y Asia menor como propia, así que los detalles varían según la tradición local.
Existe una tradición cristiana ortodoxa que sitúa el encuentro de san Jorge con el dragón en Beirut (Líbano),6 donde es el santo patrón de la ciudad.
La leyenda occidental medieval comienza con un dragón que hace un nido en la fuente que provee de agua a una ciudad. Como consecuencia, los ciudadanos, para conseguir agua, debían apartar al dragón de la fuente, ofreciéndole diariamente un par de ovejas. Cuando las ovejas ya no bastaron, comenzaron a ofrecerle diariamente un sacrificio humano, que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa local.
En algunas historias aparece el rey, su padre, clamando por la vida de su hija, pero sin éxito. Cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, aparece Jorge en uno de sus viajes (a menudo a caballo), se enfrenta con el dragón, lo mata y salva a la princesa. Los agradecidos ciudadanos abandonan el paganismo y abrazan el cristianismo.
La historia, antiguamente considerada verdadera, ha sido abandonada progresivamente. Por otra parte, pocos dudan de que contenga un rico simbolismo religioso, para el que se han propuesto diversas interpretaciones:
Una antigua interpretación cristiana del mito: Jorge sería el creyente, el caballo blanco la Iglesia y el dragón representaría el paganismo, la idolatría, la tentación y Satanás.
Algunos historiadores laicos consideran que la historia tiene raíces más antiguas que las cristianas. En Capadocia, como una de las primeras regiones en adoptar al santo, puede que haya habido una integración de elementos paganos. Un candidato a predecesor de san Jorge es el "dios" Sabacio, padre celestial de los frigios, conocido como Sabazius por los romanos. Se sostiene que su imagen a caballo arrollando a una serpiente sería el origen de la popular imagen de San Jorge sobre un caballo blanco.
Por otra parte, la historia de Jorge y el dragón tiene muchos elementos comunes con el antiguo mito griego de la princesa etíope Andrómeda y su salvador y posterior esposo Perseo, vencedor de la gorgona Medusa y del monstruo marino Ceto. En ambos casos hay un dragón/gorgona con su decapitación, una princesa y una recompensa, en un caso el matrimonio, en el otro la conversión de la ciudad. Algunas de las leyendas sobre Jorge y el dragón sitúan la acción en Libia (antiguamente, toda África del norte al oeste de Egipto); es decir, la acción en ambos casos se sitúa en distantes reinos «mágicos».
Finalmente, el origen podría estar en una manifestación alternativa del arcángel Miguel, que está al frente de las huestes celestiales. En otras palabras, Georgius era la encarnación o bien el avatar del arcángel Miguel, el comandante en jefe del ejército de los cielos (Josué 5:13-15; Daniel 8:25, 10:13, 12:1; Zacarías 3:2; Judas Tadeo 1: 8; Apocalipsis 12:7).
Popularidad en Occidente
Se puede demostrar que en el reino franco merovingio ya se veneraba a san Jorge en el siglo vi.[cita requerida] Sin embargo, no fue hasta la Baja Edad Media, la época de las cruzadas y de la caballería, cuando se extenderá el culto en Europa.Jorge se convirtió en el protector de los cruzados en la conquista de Jerusalén (15 de julio de 1099). Como miles Christi, es decir, 'soldado de Cristo', se convirtió en patrón de los caballeros y soldados, y en protector de algunas órdenes religiosas militares, como la Orden Teutónica (siglo xii) o los templarios. En los últimos siglos de la Edad Media, Jorge se convirtió en patrón de ciudades, burgos y casas nobles; también llegó a ser el primero de los catorce santos ayudadores como protector de los animales domésticos.
Hacia el siglo xii, la leyenda áurea se extendió por Europa. Santiago de la Vorágine (hacia 1230–13 de julio de 1298), arzobispo de Génova escribió la Legenda sanctorum, una colección de fábulas sobre distintos santos. La historia de san Jorge destacaba entre otras. El libro, por el valor que tenía a ojos de los lectores del siglo xiii, acabó conociéndose como Legenda aurea:
Cum ergo iam oves paene deficerent, maxime cum harum copiam habere non possent, initio consilio ovem cum adiuncto homine tribuebant. Cum igitur sorte omnium filii et filiae hominum darentur et sors neminem exciperet, et iam paene omnes filii et filiae essent consumpti, quadam vice filia regis unica sorte est deprehensa et draconi adiudicata. Tunc rex contristatus ait: «Tollite aurum et argentum et dimidium regni mei et filiam mihi dimittite, ne taliter moriatur». Cui populus cum furore respondit: «Tu, o rex, hoc edictum fecisti et nunc omnes pueri nostri mortui sunt et tu vis filiam tuam salvare! Nisi in filia tua compleveris, quod in aliis ordinasti, succendemus te et domum tuum». Quod rex videns coepit filiam suam flere dicens: «Heu me, filia mea dulcissima, quid de te faciam? Aut quid dicam? Quando plus videbo nuptias tuas?». Et conversus ad populum dixit: «Oro, ut indutias octo dierum lugendi mihi filiam tribuatis». Quod cum populus admisisset, in fine octo dierum reversus populus est cum furore dicens: «Quare perdis populum tuum propter filiam tuam! En omnes afflatu draconis morimur». Tunc rex videns, quod non posset filiam liberare, induit eam vestibus regalibus et amplexatus eam cum lacrimis dixit: «Heu me, filia mea dulcissima, de te filios in regali gremio nutrire credebam et nunc vadis, ut a dracone devoreris. Heu me, filia mea dulcissima, sperabam ad tuas nuptias principes invitare, palatium margaritis ornare, tympana et organa audire, et nunc vadis, ut a dracone devoreris». Et deosculans dimisit eam dicens: «Utinam, filia mea, ego ante te mortuus essem, quam te sic amisissem». Tunc illa procidit ad pedes patris petens ab eo benedictionem suam. Quam cum pater cum lacrimis benedixisset, ad lacum processit.
Quam beatus Georgius casu inde transiens ut plorantem vidit, eam, quid haberet, interrogavit. Et illa: «Bone iuvenis, velociter equum adscende et fuge, ne mecum pariter moriaris». Cui Georgius: «Noli timere, filia, sed dic mihi, quid hic praestolaris omni plebe spectante!». Et illa: «Ut video, bone iuvenis, magnifici cordis es tu, sed mecum mori desideras! Fuge velociter». Cui Georgius: «Hinc ego non discedam, donec mihi, quid habeas, intimabis». Cum ergo totum sibi exposuisset, ait Georgius: «Filia noli timere, quia in Christi nomine te iuvabo». Et illa: «Bone miles, sed te ipsum salvare festines, mecum non pereas. Sufficit enim, si sola peream. Nam me liberare non posses et tu mecum perires». Dum haec loquerentur, ecce draco veniens caput de lacu levavit. Tunc puella tremefacta dixit: «Fuge, bone domine, fuge velociter». Tunc Georgius equum ascendens et cruce se muniens draconem contra se advenientem audaciter aggreditur et lanceam fortiter vibrans et se Deo commendans ipsum graviter vulneravit et ad terram deiecit dixitque puellae: «Proice zonam tuam in collum draconis nihil dubitans, filia».
Cuando, por tanto, ya casi faltaban ovejas, máxime no pudiendo tenerlas en abundancia, se proclamó una ordenanza según la cual tributarían una oveja con el añadido de un hombre. Cuando, pues, eran entregados a suertes los hijos e hijas de todos los hombres y la suerte no exceptuaba a nadie, y cuando ya casi todos los hijos e hijas habían sido tragados, en cierta ocasión, la única hija del rey fue elegida al azar y adjudicada al dragón. Entonces el rey, entristecido, dijo: «Tomad oro y plata y la mitad de mi reino y perdonadme la hija, para que no muera de tal manera». A lo que el pueblo respondió con furor: «¡Tú, rey, hiciste este edicto y ahora todos nuestros hijos están muertos y tú quieres salvar a tu hija! Y si no cumples con tu hija lo que ordenaste a los demás, te prenderemos fuego a ti y a tu casa». Viendo esto, el rey comenzó a llorar por su hija, diciendo: «Ay de mí, hija mía dulcísima, ¿qué haré contigo? ¿O qué diré? ¿Cuándo, además, veré tus bodas?». Y, girándose hacia el pueblo, dijo: «Ruego que me deis un tiempo de ocho días para llorar por mi hija». Habiendo admitido esto el pueblo, al cabo de los ocho días este volvió, diciendo con furor: «¿Por qué arruinar tu pueblo a causa de tu hija? ¡Mira cómo todos morimos por el aliento del dragón!». Entonces, el rey, viendo que no podía liberar a la hija, se vistió con ropas regias y, abrazándola, le dijo entre lágrimas: «Ay de mí, hija mía dulcísima, creía que nutrirías hijos en tu regazo real, y ahora te vas para ser devorada por el dragón. Ay de mí, hija mía dulcísima, esperaba invitar a los príncipes a tus bodas, adornar el palacio con perlas, oír timbales y órganos; y ahora te vas para que ser devorada por el dragón». Y dándole un beso la despidió, diciendo: «Ojalá, hija mía, me hubiera muerto antes que perderte así». Entonces ella se echó a los pies del padre pidiendo su bendición. Cuando el padre la bendijo entre lágrimas, fue hacia el lago.
Cuando San Jorge, que casualmente pasaba por allí, la vio llorando, le preguntó qué le pasaba. Y ella: «Buen joven, sube deprisa al caballo y huye, no mueras conmigo de la misma manera». A lo que contestó Jorge: «No temas, hija; mejor dime por qué estás aquí de pie con todo el populacho mirando». Y ella: «¡Como veo, buen joven, eres de un corazón magnífico, pero no deseas morir conmigo! Huye velozmente». A esta, Jorge: «De aquí yo no me iré hasta que no me cuentes qué te pasa». Como, en consecuencia, le expuso todo, Jorge dijo: «Hija, no temas, porque en el nombre de Cristo te ayudaré». Y ella: «Buen soldado, apresúrate a salvarte a ti mismo, no mueras conmigo; basta si muero yo sola, ya que no me podrías liberar y morirías tú conmigo». Mientras hablaban, he aquí que el dragón se acercaba, asomando la cabeza desde el lago. Entonces la joven, temblando de miedo, le dijo: «Huye, buen señor, huye de prisa». Entonces Jorge, subiéndose al caballo y protegiéndose con la señal de la Cruz, cargó audazmente contra el dragón, que venía de frente; y blandiendo fuertemente la lanza y encomendándose a Dios, lo hirió gravemente y lo tumbó en el suelo, y dijo a la joven: «Lanza tu cinto al cuello del dragón sin dudar, hija».