María dijo entonces:
"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
PALABRA DEL SEÑOR.
El canto de María, conocido como Magnificat, nos muestra el compromiso que lleva recibir la visita de Dios en la vida. María se convierte en una profetisa que no duda en proclamar el proyecto de Dios y denunciar, sin ambigüedades, lo que se opone abiertamente al querer del Señor. María nos enseña que Dios actuará, que no permanecerá imparcial frente a los que siembran el mal rompiendo el ideal de una verdadera familia humana. Nosotros también estamos convocados a cantar las maravillas del Señor y deconstruir lo que se opone a su Reino. Ven Señor Jesús! En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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