Hizo los votos en agosto de 1913, en un momento de creciente conflicto dentro de la historia mexicana. El general Venustiano Carranza y el bandido Pancho Villa atacaban a la Iglesia y sus ministros, saqueando iglesias y torturando a sacerdotes y religiosos. El 5 de agosto de 1914 un grupo de hombres de Carranza asolaron la casa principal del noviciado y dieron fuego a su biblioteca. El rector advirtió que la situación no haría sino empeorar, de modo que dijo a la comunidad que cada uno se sintiese responsable de abrirse camino a través de la frontera con Estados Unidos y de seguir luego hasta California, donde los jesuitas ponían a disposición de seminaristas exiliados de México una casa en Los Gatos. Pro llegó hasta allí el 9 de octubre y allí permaneció un año entero antes de partir hacia España para estudiar la filosofía. En 1920 fue destinado a enseñar en Nicaragua, y luego volvió a España para la teología. En 1924 pasó a Enghien, en Bélgica, para acabar la teología y estudiar sociología, ya que estaba interesado en los movimientos obreros, y quería prepararse para su vuelta a México. Se ordenó en 1925 cuando se recrudecía la persecución en México bajo Elías Calles.
No encontró Pro dificultades para entrar en su país en junio de 1926, pero a fines de julio el gobierno suprimió todo culto público y cerró las iglesias. Todo sacerdote se convirtió en un criminal acosado. Los mexicanos creyentes, sin embargo, deseaban aún los sacramentos, así que Pro siguió adelante y en secreto con su ministerio. Organizó puntos de encuentro en diversas partes de la ciudad de México que visitaba con regularidad para predicar y administrar los sacramentos. Normalmente vivía con su familia, que se había trasladado a la ciudad de México, pero tenía también otros lugares donde encontrar alojamiento. Dos de sus hermanos, Humberto y Roberto, lo ayudaban en su trabajo imprimiendo y distribuyendo literatura de la Liga de Defensa Católica. El joven jesuita vivía sin miedo y cumplió con su ministerio hasta noviembre de 1927.
El domingo 13 de noviembre, alguien intentó asesinar al general Álvaro Obregón con una bomba que explotó sin hacerle daño. Ni el P. Pro ni sus hermanos estaban implicados en el complot, pero uno de ellos había vendido, pocos días antes, un coche que alguien había usado en el atentado. Los hermanos Pro decidieron que sería más seguro dejar México y marchar a los Estados Unidos, pero antes de su partida la policía rodeó la casa en que se encontraban y les arrestó a los tres. El verdadero cerebro de la conspiración, Luis Segura, se entregó a la policía al oír que el P. Pro había sido arrestado acusado del intento de atentado. Pero el presidente Calles quería dar un escarmiento a través del jesuita, aunque el verdadero responsable del crimen estuviese bajo custodia. El día 22 de noviembre invitó a sus amigos a una ejecución especial, que tendría lugar al día siguiente.
El 23 de noviembre los soldados escoltaron a Pro hasta el interior del patio de la prisión. Al ver a los circunstantes y al pelotón de fusilamiento, pidió unos momentos para orar, y, al ofrecérselo, rehusó que le vendaran los ojos. Con el rosario en sus manos se mantuvo de pie frente al paredón y extendió sus brazos en forma de cruz. Cuando se dio la orden de fuego, gritó en alta voz, “¡Viva Cristo Rey!”. A su hermano Humberto lo ejecutaron esa misma mañana, pero Roberto se libró en el último momento. Esa mañana fue fusilado también Luis Segura. El padre de Pro reclamó el cadáver, que fue velado en casa de la familia; miles de trabajadores y de soldados se acercaron a dar al cuerpo de aquel mártir un último saludo.
Originalmente compilado y editado por: Tom Rochford, SJ
Traducción: Luis López-Yarto, SJ
No hay comentarios.:
Publicar un comentario