Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
"¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados
-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".
PALABRA DEL SEÑOR.
Jesús no sólo sana sino que perdona los pecados, que para los judíos la enfermedad era efecto del pecado. La sanación de Jesús es integral, restablece a todo doliente en su plenitud de vida. Y suscita la solidaridad. Hay quienes acercan a quien padece a Jesús, en camilla, abriendo el techo y plantándolo en el centro de donde está Jesús. Es la Iglesia que quiere el Papa Francisco cuando habla de la Iglesia como Hospital de Campaña. A como dé lugar tenemos que llevar a os pobres, débiles y sufrientes al corazón mismo de Jesús para que restaure su humanidad. Es nuestra misión: saber dónde está Jesús; llevarlo al centro de la escena, abriendo puertas y techos. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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