Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”.
Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”.
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”.
Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?” Porque la mano del Señor estaba con él.
PALABRA DEL SEÑOR.
La Palabra me dice
El nacimiento de Juan fue un acontecimiento conmovedor. Además de que es un hecho importante, se cumple lo que el Ángel le había comunicado. De la misma manera que el Ángel anunció a la familia de Juan, Juan será quien anuncie a Jesús.
Con corazón salesiano
Don Bosco, con su compromiso responsable, y con su entusiasmo por la vida, fue un nuevo Juan Bautista, que se encargó de llevar el mensaje de la salvación, y de preparar a los niños y jóvenes para recibir a Jesús.
A la Palabra, le digo
Señor, en este día queremos agradecerte la presencia de las personas que con sus vidas dan testimonio de Jesús, de su amor, de su entrega a los más necesitados, de su lucha desinteresada por la justicia. Te pedimos Señor que nos sigas alimentando de vos para poder donarnos más a aquellos que todavía no te han conocido.
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