Hay dudas de que solo sea un símbolo porque tan solo el evangelista Mateo menciona el presunto asesinato de Herodes, un rey sanguinario del que sí consta la matanza de su esposa, su suegra, sus cuñados y hasta sus propios hijos
La Iglesia Católica celebra hoy la festividad de los Santos Inocentes, una fecha que incluso ha devenido en una jornada de bromas más o menos pesadas, llamadas por eso “inocentadas”. La única razón es el relato de uno de los cuatro evangelistas, Mateo, de cómo el rey Herodes (vasallo del Imperio Romano y gobernante en Judea, Galilea, Samaria e Idumea) mandó asesinar a todos los niños menores de dos años después de que los Magos de Oriente que habían ido a adorar a Jesús lo engañaran y no le proporcionaran el lugar exacto de aquel nacimiento. El párrafo de Mateo es archiconocido: “Al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y su comarca, de dos años para abajo”. El evangelista refuerza su versículo con otro del profeta Jeremías, de seis siglos antes: “Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento; es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen”. Documentalmente, no hay más, lo cual es muy extraño teniendo en cuenta la repercusión que aquel cruel acontecimiento ha tenido incluso en la Historia del Arte, pues desde el siglo V no han cesado de producirse esculturas y pinturas inmortalizando la crueldad del más terrorista de los reyes opresores.
Es más extraño aún si se considera que el historiador más próximo a la época y al lugar, el judío Flavio Josefo, no mencione una palabra al respecto en su extensísima obra, y eso que Josefo demostró siempre un intenso interés por denigrar a Herodes, un rey, por otra parte, que no tuvo problemas para asesinar a su mujer, a los dos maridos de su hermana Salomé, a su suegra e incluso a dos de sus hijos. Desde luego, Herodes –del que además no hay seguridad de si murió un año después de nacer Cristo o cuatro años antes, con lo cual las dudas se regeneran- practicó en los últimos años de su reinado una política terrorista por miedo a perder el poder. No en vano contaba con una constante guardia personal de dos mil soldados. Herodes I El Grande, como era conocido, es desde luego el arquetipo de todos los sanguinarios, pero no hay constancia suficientemente demostrada de que lo sea por el asesinato de esos niños de Belén –las estadísticas demográficas demuestran que serían veinte o treinta como mucho-, pues ni siquiera el historiador que no se dejó en el tintero nada con respecto a su época menciona el episodio. Tampoco el resto de evangelistas.
En los últimos años, han surgido muchas voces poniendo en duda la existencia histórica del suceso, que bien podría ser un símbolo, una actualización de la canallada del Faraón de Egipto que quiso acabar con el niño Moisés y que mandó matar a todos los hijos varones de los israelitas. La más autorizada de estas voces es la del sacerdote católico estadounidense Raymond Edward Brown, que es el primero que se extraña de que el historiador judío Josefo no aludiera en absoluto a una matanza de un rey tan brutal como Herodes. Más tarde, ha sido el chipionero Antonio Piñero, escritor especializado en la vida de Jesús de Nazaret, quien ha rescatado el concepto de “historia teológica” para explicar que en la Antigüedad era muy común almibarar las biografías de los grandes personajes con circunstancias prodigiosas al nacer. Así ocurre, según recuerda el escritor gaditano, con el rey persa Ciro en el relato del historiador Heródoto, o con Alejandro Magno al decir de Plutarco. Según este historiador griego, el padre de Alejandro Magno había comprado un caballo al que nadie conseguía domar. Alejandro, siendo un niño, se dio cuenta de que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo montó dirigiendo su vista hacia el sol. Tras domarlo, el padre dijo supuestamente: “Búscate otro reino, hijo, pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti”.
Desde luego, la matanza de esos Inocentes que son en todo caso santos o mártires solo por sangre, no por voluntad, es un potente símbolo no solo contra los poderosos opresores cuyos efectos colaterales –como reza el eufemismo- sigue victimizando a tantos inocentes en el mundo incluso a día de hoy, sino también como antesala especular del más Inocente de los hombres que es, según la Iglesia, ese Cordero Divino que da la vida por los demás hombres. Realidad o mito, hoy se celebra esta fiesta católica que los griegos (ortodoxos) celebrarán mañana, mientras que los sirios la celebraron ayer. En el rito mozárabe, en cambio, la festividad está fijada el 8 de enero, lo cual, si se piensa con una lógica cronológica, tiene más sentido después de haber celebrado el día 6 la Epifanía de los Reyes Magos, de quienes, por cierto, tampoco consta en ninguna parte que fueran reyes.
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