Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
PALABRA DEL SEÑOR.
Jesús acredita con hechos y palabras que es el enviado del Padre. No hay que distraerse con la luz que representa Juan. En este adviento nos preguntamos qué hechos y palabras de Jesús nos conmueven en la vida cotidiana. Situaciones que den contundencia a nuestra fe y compromiso. No quedarnos en la fragilidad de ocasiones en que la pequeña luz de Juan ilumina nuestras vidas. Con Jesús hay que ir a fondo. No perdamos el verdadero sentido de la Navidad que no se resuelve con la luz de un arbolito o escribiendo a Papá Noel sino contemplando el pesebre de Belén, que es la esencia de nuestra espiritualidad y las Navideñas. La sencillez de vida y alegría que genera la llegada de Jesús a vivir con nosotr@s. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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