Se puede pensar en el pesebre como una disposición de corazón.
El pesebre no contiene riquezas, no ostenta, no agobia.
No tiene puertas, ni llaves, ni claves, ni contraseñas.
No exige requisitos.
Solo esta ahí, a disposición de quien necesite alojarse, refugiarse o hacer un alto en el camino.
Sé pesebre en el camino de alguien.
Alojar sin preguntas, sin esperar nada, sin juzgar. Alojar y dejar ir.
Ofrecer agua que alivia. O las palabras justas.
O un abrazo sincero.
Porque todos en algún momento de nuestro camino hemos necesitado un pesebre.
Porque ser pesebre es una oportunidad de sentirnos cerca.
De recuperar el sentido en un mundo sin sentido.
De volver a sentirnos seres humanos.
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