Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
PALABRA DEL SEÑOR.
Benedicto XVI papa 2005-2013
Discurso a los seminaristas 17/02/07
« ¿Escucharéis hoy su palabra? » (Sl 94, 7)
¿Cómo poder discernir la voz de Dios de entre las miles de voces que escuchamos cada día en nuestro mundo? Yo diría que Dios nos habla de muchas maneras. Nos habla por medio de otras personas, a través de nuestros amigos, nuestros padres, el párroco, los sacerdotes... Nos habla a través de los acontecimientos de nuestra vida en los cuales podemos discernir un gesto de Dios. Nos habla igualmente a través de la naturaleza, de la creación, nos habla, desde luego y sobre todo, en su palabra, en la sagrada Escritura, leída en común en la Iglesia y leída de manera personal en diálogo con Dios.
Es importante leer la sagrada Escritura, por una parte, de manera muy personal y real, como dice san Pablo (1Tes 2,13), no como la palabra de un hombre o un documento pasado tal como leemos a Homero, o a Virgilio, sino como una palabra de Dios que siempre es actual y que me habla a mí. Aprender a escuchar un texto, históricamente del pasado, pero palabra viva de Dios, es decir, entrar en oración con ella, y hacer así de la lectura de la sagrada Escritura un diálogo con Dios. San Agustín, en sus homilías, dice a menudo: «He llamado repetidamente a la puerta de esta palabra hasta que he podido entender qué es lo que Dios me dice». Hay, por una parte, esta lectura muy personal, ese diálogo personal con Dios en el que busco qué es lo que el Señor me quiere decir. Pero además de esta lectura personal, es muy importante hacer una lectura comunitaria, porque el sujeto vivo de la Escritura es el Pueblo de Dios, es la Iglesia.
Abrazo y bendición!
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