Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
PALABRA DEL SEÑOR.
Jesús tiene la lógica de Dios, no la humana. Los discípulos juegan con la lógica del mundo: el PODER. Se imaginan un Reino con las características de lo humano. Quien está a la derecha y quien a la izquierda del REY. Los discípulos discuten con las categorías de poder meramente humanos en que hay abusos, opresiones, esclavitudes, muerte por obtenerlo. Recorramos la geografía del mundo y veremos que a pesar de los esfuerzos siempre hay opresores y oprimidos por un poder temporal que termina con la muerte. El Reino que presenta Jesús y su poder es buscar los últimos puestos, la humildad, el servicio, la inocencia de los niños. Es disruptivo con todo lo conocido y experimentado. Hay diversidad de dones y carismas al servicio del bien de todos. A veces en la Iglesia experimentamos estilos de poder y de organización que son más del mundo que del Evangelio. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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