Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". El le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".
Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras".
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".
PALABRA DEL SEÑOR.
Apacentar tiene que ver con el amor y el seguimiento. Pedro tiene esta vocación, esta llamada de Jesús. Francisco, que hoy es Pedro ha dado muestras suficientes a lo largo de estos años de su pontificado, de apacentar por amor al Pueblo de Dios siguiendo a Jesús. Ha hecho lo imposible por desatar nudos que liberen a sus hermanos de pesadas cargas y sufrimientos. Igualmente nosotros, cristianos, tenemos que apacentar con amor a la humanidad. Ser una Iglesia callejera, misionera, pobre para los pobres. Iglesia hospital de campaña. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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