El 50º aniversario del martirio del padre Carlos Mugica, es el tema central de este número de la Revista Comunicarnos.
El padre Mugica después de sufrir el primer atentado contra su vida, en agosto de 1971, decía: "¡Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación! ¡Si es que el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición!" En el anochecer del 11 de mayo de 1974, en la parroquia San Francisco Solano, estas palabras proféticas se cumplieron. El padre Jorge Vernazza en la homilía de la misa de exequias dijo: "La sangre del Padre Carlos –quien, pocos momentos antes, había bebido en el Altar de la Sangre de Cristo- corrió copiosamente, prolongando el sacrificio redentor de su Maestro y Señor. Jesucristo ya nos lo anunció: 'Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí' (Jn. 15). La devoción que le tenemos al padre Carlos, se apoya y a la vez trasciende su rica biografía. Su sangre derramada fue la consecuencia de un modo de vivir. Ese martirio convirtió su figura en un símbolo, se dio casi espontáneamente, aconteció. El padre Mugica se transformó en símbolo de una vida sacerdotal ofrendada a los más pobres.
Carlos Mugica nos interpela, como si nos preguntara: ¿Qué pasaría si te pusieras realmente del lado de los más pobres? ¿Qué pasaría si nos tomáramos en serio el programa del Evangelio de Jesús, ese camino que nace en las periferias existenciales y va desde los pobres, y con los pobres, a todos? ¿Qué pasaría si realmente nos cautivara "el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia" (EG 179)? El Papa Francisco nos recuerda que "nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social" (EG 201). A la devoción creyente que le tenemos al padre Carlos, se suma la luz que arroja su figura sobre todos los que luchan y trabajan por un mundo más justo y humano. Es así que el mejor camino para 'entender' al padre Carlos es amar a los pobres, tener amistad con ellos.
Ahora bien, no hay que acercarse a la figura del padre Carlos Mugica, como a alguien que actuó aisladamente, sino que Él pertenece al ámbito eclesial y social de su época. Mugica buscó llevar el amor del evangelio de Jesús al ámbito social. Eso es la Doctrina Social de la Iglesia, el amor que llega a las cuestiones del trabajo, la economía, la salud, la educación, etc. El contexto inmediato es que en el año 1965 termina el Concilio Vaticano II. Su aplicación en América Latina se da a través de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Medellín, en el año 1968, y su aterrizaje aquí en la Argentina, se da con el Documento de San Miguel del año 1969. A su vez, hay que considerar la actualización permanente de la Doctrina Social de la Iglesia. Es así que Pablo VI publica Octogesima Adveniens, a los 80 años de la Rerum Novarum, que había introducido el tema de la cuestión social, en los tiempos modernos. A su vez Populorum Progressio, donde plantea la necesidad del desarrollo humano integral. Influyen en el padre Carlos, esos textos del magisterio de la Iglesia, los lee, los transmite, pero, sobre todo, quiere llevarlos a concreciones, en su querida Patria.
A su vez, el padre Carlos no actuaba solo, pertenecía al grupo de sacerdotes de villas de emergencia, que había sido constituido oficialmente en el año 1969, pero que ya venían trabajando juntos desde hacía unos años. Se acercó así a sus hermanos villeros como integrante de un equipo de sacerdotes. El pueblo que habitaba las villas fue modelando el corazón sacerdotal de estos hombres, les fue marcando un estilo pastoral. La cercanía con los vecinos de la villa, fue permitiendo pasar de lo que a los curas les parecía que necesitaban los pobres, a lo que los mismos pobres verdaderamente demandaban. Junto a ellos fueron tejiendo lo que llamamos la pastoral popular en las villas. La cual no trata de otra cosa que de acompañar la vida y la fe del pueblo. Pastoral popular que tiene bien presente que la vida espiritual no es otra cosa que la vida misma, y que Dios anda metido en todo esto que es la vida de su pueblo.
Estos sacerdotes a su vez integraban el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que intentaba dar respuesta a otro "movimiento", el del pueblo en sus anhelos y luchas, y que hoy podríamos actualizar en el clamor de Tierra-Techo-Trabajo.
El padre Carlos Mugica, estaba entre los pobres, pero no se la creía. Su oración "Meditación en la Villa" revela su humildad. Es una oración de una profunda mística, que nos muestra que no hay mayor solidaridad que la de Jesús con los últimos de la fila de la vida. Se la compartimos para rezarla.
Padre Gustavo Carrara.
Obispo Auxiliar de Buenos Aires.
Vicario General.
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