Hoy 50 años del asesinato del Padre Mugica. Una persona de un gran amor a Dios, y por ende, comprometido con la transformación de la realidad.
¿Miedos? Por supuesto. Pero convicciones profundas, arraigadas con fuerza en su corazón. Principios que no permiten divorciar a Dios de las necesidades de urgencia; de la explotación de los más indefensos y de los que más sufren sea por la razón que sea.
Fe encarnada. Manos extendidas. Oídos siempre abiertos a los gritos de los más pobres de las villas. Ojos que ven la miseria, la persecución y los golpes contra los jóvenes ... y una boca que no puede dejar de gritar a los cuatro vientos la única verdad: La de un pueblo que busca pan, trabajo y libertad. Vivienda digna y salarios justos. Educación liberadora y salud para todos. Vivir en paz pero con justicia; en el barrio pero con dignidad y equidad; entre cartones y maderas pero con libertad.
Múgica, testigo del Amor del Padre, de la Encarnación del Hijo y de la Fuerza del Espíritu Santo.
Mugica. Siempre Padre, hermano y compañero. Siempre al servicio de Dios y del Pueblo.
Esta Argentina nuestra necesita de profetas a su estilo. Con el mismo sentir y entereza de Angelelli. Con la misma claridad y serenidad que nuestros mártires Palotinos. Con la frontalidad y solidaridad que nuestros mártires Riojanos como Longeville, Murías y Pedernera.
Y el denominador común? El gran amor a Dios y al Reino. Su opción por los más pobres, y su enemistad con la injusticia, la corrupción y la Iglesia del poder que olvida el servicio como actitud permanente. La iglesia de la connivencia con los poderes del momento, del encerramiento con olor a incienso, la que huye de la encarnacion en medio del barro y de los malos olores, de la que mira para otro lado cuando se trata de abrazar, socorrer, amar y acompañar.Gracias Padre Mugica por dejarnos ese gran Testamento de amor a Dios y a la Iglesia, en tu compromiso solidario con los más pobres y necesitados de nuestra tierra.
Luis García Rodríguez, sacerdote católico y miembro de la Junta Pastoral del MEDH.
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