Si es en la noche, cuando el cansancio invita a hacer una parada, encontrar de pronto una luz en alguna ventana y una chimenea humeando, le permite a uno que el alma respire. Si es en pleno día, la tranquera abierta y esos hermanos esperando con los brazos levantados, son el bálsamo que esfuma dolores y convida a la esperanza.
Todos necesitamos un alto en alguna Betania, como también lo necesitó el mismísimo Hijo de Dios; todos necesitamos contar con un amigo de vino conversado y pan calentito, donde celebrar la vida. ¡Qué bueno que también mi puerta y mi corazón esté siempre sin tranca para que mi casa reciba sin previo aviso, a los cristos caminantes, sedientos de un poco de paz!
Muchas gracias Tomás
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