Adiós al gran compositor, fallecido el pasado 6 de julio como consecuencia de una caída. La entrevista que concedió en 2015 en la cual contó la intimidad de su relación con Dios: desde el Rosario rezado con su madre hasta la oración diaria, una hora al día, entre música e intenciones.
Subir las escaleras de ingreso a la casa de Ennio Morricone es como volver a ver una toma de gran fuerza: la cámara se eleva mientras Noodles (Robert De Niro) ya desesperado y destruido a causa de su propia violencia, se aleja hacia el mar, sobre el que se refleja la aurora. La toma es de Sergio Leone, en su película “Érase una vez América”; la música, desgarradora, del gran compositor que ha aceptado abrirnos su corazón.
–Maestro, siempre he pensado que esta música fue concebida antes del rodaje del film.
–¡Es verdad! Leone me hacía trabajar antes de empezar a filmar. Los directores que dan más tiempo cuentan con ventaja para ellos mismos y para mí: yo puedo dedicarme a la concepción de la música, ellos se acostumbran a las músicas que propongo. Llegar a último momento puede llevar a la desilusión. La mayor parte de las colaboraciones creativas entre los directores y yo ha funcionado bien, ¡pero no todas! La música es un arte que para convertirse en esposa o hermana de la película necesita el mismo elemento que caracteriza el film: tiempo. La temporalidad hermana el cine y la música. ¿De dónde proviene la música de un film? De un más allá misterioso.
–Menos misteriosa es su fe…
–Provengo de una familia cristiana. Mi fe nació en la familia. Mis abuelos eran muy religiosos. Con mi madre y mis hermanos siempre hemos rezado antes de irnos a dormir. Recuerdo el tiempo de la guerra. Durante esos años terribles rezábamos el Rosario. Todos estábamos muy impresionados. Vuelvo a verme, adormilado, respondiendo al Ave María de mi madre. Siempre hemos sido religiosos. Los domingos íbamos a misa y recibíamos el sacramento de la Comunión.
–¿Qué revela de sí mismo un hombre creyente?
–Identifica a una persona honesta, altruista, respetuosa de Dios y del prójimo. Amar a los otros, incluso si la palabra ‘amar’ puede sonar fuerte; pero es así. Esto es importante. Yo realmente pienso en el bien de los demás, que el prójimo no se perjudique por mi obrar. Me resulta perfectamente normal hacer algo por respeto a la persona con la que me encuentro.
–Esos valores los ha transmitido también a su familia.
–Sí, y también el valor del sacrificio. En estos tiempos hace falta sacrificarse aún más: yo mismo me sacrifico para ir al encuentro de la desocupación, entre tantas preocupaciones que nos afectan. Con mi esposa, que es una gran persona, escrupulosa, hemos acostumbrado a nuestros hijos a este sentido de generosidad. No digo que mis hijos lo hayan puesto en práctica completamente, no lo sé, pero sé que son hijos buenísimos, que se parecen al padre y a la madre. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”; eso, para mí, es la manera normal de ser.
–¿Cuánto puede la música acercarse al Padre?
–Ciertamente, la música es cercana a Dios. Al mismo tiempo la música se proyecta en el alma y en el cerebro del hombre. Le permite meditar. El discanto, el falso bajo provienen de los primeros tratamientos polifónicos del canto gregoriano. Allí nace la música occidental. La música es la única arte que nos acerca verdaderamente al Padre eterno y a la eternidad. Me lo digo a mí mismo, y a veces a mi esposa, que la música ya existía, ¡toda! La música que fue escrita y que será escrita. Existe el compositor que la ha tomado, ¡y el que va a tomarla! Según la propia época, según el momento en el cual escribe o según la civilización o el estado de la búsqueda musical de su tiempo. La música ya existe, aunque no esté.
–El gran público conoce menos su extraordinario repertorio de música contemporánea, que usted define como absoluta. Estos sonidos conllevan a menudo un reclamo espiritual.
–Luciano Salce, director al cual he musicalizado varias películas, me llamó un día y me dijo: “Tengo que dejarte”. “¿Por qué?”. Éramos amigos y lo seguimos siendo hasta su muerte. “Porque yo hago películas cómicas y tú haces una música espiritual, sacra. Debo dejarte forzosamente”. Este episodio me ha enseñado mucho. Gracias a él comencé a razonar sobre esto. Es probable que a veces exprese sacralidad incluso cuando no la busco o no pienso en ella. No hablo ni siquiera de inspiración, que no existe. Hablo de ideas. Probablemente me encuentro en un camino que me lleva a estos resultados.
–De hecho, en su repertorio encontramos también música sacra y hace pocas semanas se llevó a cabo la Missa Papae Francisco, un homenaje al papa Bergoglio de una belleza intensa y única.
–“Amén” me fue pedido como composición para un coro de la iglesia de Santa Maria degli Angeli, de Roma, en ocasión de un festival en el cual participarían seis coros provenientes de todo el mundo. Yo decidí componer una obra donde solamente la palabra “amén” fuera cantada, pero pensé en involucrar a los seis coros. Egisto Macchi me pidió que escribiera un Via Crucis. Le respondí que sí. Recientemente escribí una música sobre la creación. El aire, la luz, el agua, el fuego, la tierra, el hombre. Después, la torre de Babel, de la cual surgen, en hebreo, una multitud de voces en un crescendo cada vez más imponente.
–¿Cuál es el episodio bíblico qué más le gusta recordar?
–Las parábolas de Cristo, sin duda. El relato de las bodas de Caná me emociona mucho. ¿Cómo no recordar la Pasión? Momento importantísimo para la vida de Cristo y para todos nosotros.
–“La Misión” es, tal vez, el film que mejor le ha permitido expresar la zozobra de la conciencia humana. Mientras se narraba un doloroso periodo querido por la Iglesia, su música crecía con cada pieza alcanzando alturas elevadísimas de potencia espiritual, que se traducen como un intenso pedido de perdón.
–El coproductor del film¸ Fernando Ghia, me llevó a Londres para ver la película. Cuando llegué al final, yo lloraba; por la matanza de los indígenas a mano de los portugueses y españoles. Tenía delante de mí al director y a dos productores, y les dije: “No, no lo hago, así es bellísimo”. Creo que estuve más de media hora llorando. Y ellos insistían. Hasta que accedí: “Hago la música”. No quería hacerla porque si me equivocaba podía arruinar la película. Trabajando sobre tres elementos distintos que no podía ignorar, el oboe del jesuita padre Gabriel, la música coral y la étnica de los indios, creo que fue un milagro haber podido componer una música en la cual tres combinaciones independientes de sonidos funcionaban también contemporáneamente.
–La música puede ser una oración muy intensa.
–¡Ciertamente! Pero más allá de la música se necesitan palabras, intenciones, concentración. Yo rezo una hora al día, y un poco más. Es lo primero que hago. También durante el día, a veces. En la mañana me detengo frente a ese Cristo (en el gran salón, iluminada por una ventana, hay una espléndida imagen de Jesús, ndr). Y también a la tarde. Espero que mis oraciones sean escuchadas.
Más de 50 años de premios y éxitos
Ennio Morricone nació en Roma el 10 de noviembre de 1928. Se graduó en el Conservatorio en trompeta y composición. Se vuelve famoso en todo el mundo con la música para los western de Sergio Leone “Por un puñado de dólares” (1964), “Por unos dólares más” (1965), “El bueno, el malo y el feo” (1966), “Érase una vez el Oeste” (1968) y “Agacha la cabeza” (1971). Ha musicalizado más de 400 films, colaborando con directores de la talla de Gillo Pontecorvo, Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Tornatore, Brian De Palma, Roman Polanski, Oliver Stone, Pedro Almodóvar, Roland Joffé. Recibió 27 Discos de Oro, 7 Discos de Platino, 7 David de Donatello, 3 Globos de Oro, 1 Premio Grammy, y otros como el León de oro, el Oscar a la carrera y el premio por la banda sonora de “Los ocho más odiados”, en 2016.
Por Vito Amodio – Credere
(Publicado originalmente en Credere, N. 27, el 5 de julio de 2015)
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