Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
PALABRA DEL SEÑOR.
Seguimos el camino de la construcción de una humanidad renovada en su capacidad de vincularse desde el encuentro y no desde el enfrentamiento. Hemos refrescado los pasos de la corrección fraterna. Ahora ahondamos en una de las formas más duras del amor: perdonar. De acuerdo a lo que nos señala Jesús siempre debemos tener una actitud de apertura para recibir y dar el perdón. El mero rencor, el odio, la venganza paralizan la posibilidad de crecer, de avanzar, de humanizarnos. Pero el perdón va acompañado de la Justicia. Como vemos el episodio del rey y sus deudores. Uno fue muy perdonado y fue miserable a la hora de recibir el pedido de perdón, y actúa entonces la Justicia del rey. No puede haber perdón verdadero si no hay pedido de perdón, reconocimiento del daño y propósito de enmienda. El PERDÓN es un ejercicio cotidiano de compasión y justicia, en un sabio equilibrio evangélico. Sólo es libre quien no está atad@ a odios y rencores. En el silencio y la quietud, invoquemos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario