Cerca de sus 20 años Ramón pide ingresar a la Orden de los Mercedarios. Profundiza su amor a María, y se compromete con sus hijos que están cautivos. Descubre el sentido de dar la vida por los hermanos. Es elegido por los Mercedarios como redentor, para el rescate de los cautivos.
En el año 1236, en Argelia, ante la gran cantidad de cautivos, decide quedarse como rehén en lugar de ellos, mientras sus compañeros conseguían el dinero para su rescate. Compartiendo el sufrimiento, la prisión y el mal trato que padecían los cautivos, Ramón comienza a consolarlos, a darles ánimo, a hablarles de ese Dios que nunca nos olvida. Y así su prédica y aliento no sólo llama la atención de los cristianos cautivos, sino también de sus captores, con lo cual comienzan a interesarse por su predicación, llegando a convertir a algunos de ellos. Esto enfurece a los jefes principales y le ponen un candado en su boca para que deje de hablar, sólo se lo sacaban para que pudiera comer. A pesar de ese tormento continúa predicando.
El Papa Gregorio IX lo nombra cardenal en el año 1239. Sin embargo, no llega a asumir este título ya que muere en el camino el domingo 31 de agosto de 1240. Para que no hubiera disputas sobre donde iba a ser enterrado, se propuso poner sus restos sobre una mula ciega, considerando que donde se detuviera sería el lugar que el santo había elegido para quedarse. Luego de detenerse brevemente en dos parajes, finalmente llega a la ermita de San Nicolás, lugar donde sus padres soñaron y anhelaron su nacimiento.
Querido San Ramón,
así como defendiste la vida de las mujeres
y varones de tu tiempo,
intercede ante el padre para que,
en nombre de su hijo Jesús
derrame en nosotros el Espíritu Santo,
para ser testigos de la Vida.
Amén
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