jueves, 27 de agosto de 2020

Evangelio del jueves 27 de agosto: Mateo 24,42-51.

 Santa Mónica, madre de San Agustín


Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará',
y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos,
su señor llegará el día y la hora menos pensada,
y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 
PALABRA DEL SEÑOR. 

Mónica lloraba afligida porque Agustín se resistía a la fe en Jesús y temía perderlo para siempre. Ella quería que estuviera prevenido. Dios escuchó su clamor. Estamos atravesando como peregrin@s un trecho de esta historia humana, nuestra vida es un suspiro. Tenemos "fecha de vencimiento", no sabemos el día ni la hora. También tenemos que estar prevenid@s. Vivir humildemente el camino hacia el Reino, perfumando el mundo y la historia con el buen olor de Cristo. Encarnando el amor en todas sus dimensiones, es el único "protocolo" de prevención para participar de la vida plena en el banquete del Reino de los Cielos. Cuando un@ toma conciencia de lo que está en juego entiende las lágrimas de Mónica por la lejanía de Agustín, y su alegría al ser testigo de la conversión de su hijo. No perdamos el tiempo, dediquémonos fehacientemente a amar como Dios nos ama. A tod@s, empezando por l@s hermanos más débiles, pobres y sufrientes. Una preocupación y ocupación por toda la familia humana. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.

Abrazo y bendición!

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