Tenemos una tentación en la época pandémica de resignarnos, tener paciencia,
esperar hasta que podamos volver a hacer las cosas como las hacíamos antes.
Todo mecanismo, costumbre que se deja de hacerse de golpe (y parece que
bastante tiempo todavía pasará), se oxidan, se pierden, no sirven ahora, no
dan respuestas, y se abre una puerta grande para caminos nuevos, distintos.
Es tiempo de invenciones, creaciones, ocurrencias serias y profundas y no sólo
"por hacer algo", un "mientras tanto", sino para comenzar nuevas formas de llegar,
de estar con el pueblo. El "querido Cacho-obispo-Quilmes" (quiere que lo llamen
así, Cacho, nomás) decía que se viene el día de los difuntos y que teníamos que
inventar nuevas formas de rezar con el pueblo que cuanto más sencillo, más
"vive" con recuerdos cariñosos a sus muertos, padres, abuelos, tíos, vecinos.
Con las celebraciones litúrgicas, misas, bautismos, no dejar "oxidar en espera",
que vuelvan "normalidades" pasadas; por un buen tiempo serán grupos pequeños,
quizás en casas, bajo un árbol (aire libre), etc., etc. pero todo tiene que ser pandémico,
quizás nuevo, quizás volver a formas originales, como los buenos vinos añejos.
En fin. No hay recetas. Para la catequesis lo mismo, y lo sugiero en un escrito "la
Nueva parroquia". No es momento de carretas y bueyes. Momento de comunicaciones
rápidas, momentos de tecnología que llegará a más de la mitad de los creyentes;
momento de creadores tecnológicos. Pero Siempre nos queda un sector que no es
"alcanzado por la tecnología". Y no son tres o cuatro, sino la mayor parte de los
creyentes que viven en cuatro mil cuatrocientos asentamientos precarios y que nos
exigirá agudizar nuestra creatividad, para que sientan que Dios no está de vacaciones.
Que no se lavó las manos y por sus militantes sociales, religiosos también está
presente. Hay mucho que se hace y mucho que falta:
¡ÉSE ES EL DESAFÍO!
INVENTAR, CREAR, CARISMAS NUEVOS,
... SEGUIR ANDANDO .....
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