Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud.
Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme".
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra.
Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".
PALABRA DEL SEÑOR.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre san Mateo, nº 25,1-3
«Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: -Quiero, queda limpio-»
Jesús no le dice sencillamente: «Quiero, queda sano». Sino que hizo más «extendió la mano y lo tocó». Esto es lo que merece atención. Si le curó por un acto de su voluntad y con una palabra, ¿por qué le tocó con la mano? Me parece que sólo por una razón: para demostrar que él no es inferior sino superior a la ley, y que, en adelante, no hay nada impuro para el que es puro... La mano de Jesús no se volvió impura al tocar al leproso; por el contrario, el cuerpo del leproso se purificó a través de la santidad de esta mano que le tocó. Porque Cristo no sólo ha venido a curar los cuerpos, sino a elevar las almas a la santidad; de esta manera nos enseña a cuidar nuestra alma, a purificarla, i despreocuparnos de las abluciones exteriores. La única lepra a la que hay que temer es la del alma, es decir, el pecado...
En cuanto a nosotros, demos continuamente gracias a Dios. Agradezcámosle no sólo los bienes que nos ha dado sino también los que concede a los demás: de esta manera podremos destruir la envidia, cultivar y aumentar nuestro amor al prójimo...
Abrazo y bendición!
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