Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.
Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!".
El les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?". Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".
PALABRA DEL SEÑOR.
Nuestro mundo es como esta pequeña barca, clamamos fuerte para no ahogarnos, pero no recurrimos al ÚNICO que nos puede garantizar la calma: Jesús. Lo mismo a nivel personal, vivimos atormentados y no recurrimos a Él que es el SALVADOR, el que calma todos nuestros dolores, oscuridades, oleajes que nos hacen vivir en el miedo y no en la confianza. En el silencio y la quietud, invocamos el Nombre de Jesús.
Abrazo y bendición!
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