En Gaeta, al Papa le acompañaba Giovanni Merlini, tercer superior general de los Padres misioneros de la Preciosísima Sangre, fundados por San Gaspar del Búfalo. Merlini recomendó al Papa hacer un voto en el que prometiera extender la fiesta de la Preciosísima Sangre a toda la Iglesia, si volvía a salvo del exilio a tomar posesión de los dominios papales.
Pío IX consideró el asunto y, poco tiempo después, envió un mensaje a Merlini a través de uno de sus ayudantes: “El Papa no considera oportuno obligarse por un voto, sino que Su Santidad se complace en extender la fiesta inmediatamente a toda la cristiandad”.
Así, el 30 de junio de 1849 —día en que los franceses conquistaron a Roma y los republicanos capitularon— la fiesta quedó instituida. “El 30 de junio había sido un sábado antes del primer domingo de julio, por lo cual el Papa fijó (el 10 de agosto de 1849, a través del decreto Redempti sumus) que en adelante cada primer domingo de julio debe estar dedicado a la Preciosísima Sangre”, explica la Enciclopedia Católica.
En 1914, el Papa Pío X estableció la fiesta el 1 de julio. Y el Papa Pío XI, en memoria del Jubileo de la Redención, la elevó al grado de Solemnidad en 1934. Después del Concilio Vaticano II, la fiesta desapareció del calendario litúrgico y se estableció una Misa votiva en honor de la Preciosa Sangre, que se puede celebrar durante todo julio.
Sin embargo, esta fiesta aún se celebra en Tierra Santa, en donde se tiene un permiso especial para festejarla.
El 23 de mayo de este año, el Papa Francisco aprobó un milagro atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Giovanni Merlini, quien nació en Spoleto (Italia) el 28 de agosto de 1795 y falleció en Roma el 12 de enero de 1873.
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