Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".
Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".
Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".
Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
PALABRA DEL SEÑOR.
José Antonio Pagola - NOSTALGIA DE ETERNIDAD
Cuando observamos que los años van deteriorando nuestra salud y que también nosotros nos vamos acercando al final de nuestros días, algo se rebela en nuestro interior. ¿Por qué hay que morir, si desde lo hondo de nuestro ser algo nos dice que estamos hechos para vivir?
El recuerdo de que nuestra vida se va gastando día a día sin detenerse hace nacer en nosotros un sentimiento de impotencia y pena. La vida debería ser más hermosa para todos, más gozosa, más larga. En el fondo, todos anhelamos una vida feliz y eterna.
Siempre ha sentido el ser humano nostalgia de eternidad. Ahí están los poetas de todos los pueblos cantando la fugacidad de la vida, o los grandes artistas tratando de dejar una obra inmortal para la posteridad, o sencillamente los padres queriendo perpetuarse en sus hijos más queridos.
Aparentemente, hoy las cosas han cambiado. Los artistas afirman no pretender trabajar para la inmortalidad, sino solo para la época. La vida va cambiando de manera tan vertiginosa que a los padres les cuesta reconocerse en sus hijos. Sin embargo, la nostalgia de eternidad sigue viva, aunque tal vez se manifieste de manera más ingenua.
Hoy se intenta por todos los medios detener el tiempo dando culto a lo joven. El hombre moderno no cree en la eternidad, y por eso mismo se esfuerza por eternizar un tiempo privilegiado de su vida actual. No es difícil ver cómo el horror al envejecimiento y el deseo de agarrarse a la juventud llevan a veces a comportamientos cercanos al ridículo.
Se hace a veces burla de los creyentes diciendo que, ante el temor a la muerte, se inventan un cielo donde proyectan inconscientemente sus deseos de eternidad. Y apenas critica nadie ese neorromanticismo moderno de quienes buscan inconscientemente instalarse en una «eterna juventud».
Cuando el ser humano busca eternidad, no está pensando establecerse en la tierra de una manera un poco más confortable para prolongar su vida lo más posible. Lo que anhela no es perpetuar para siempre esa mezcla de gozos y sufrimientos, éxitos y decepciones que ya conoce, sino encontrar una vida de calidad definitiva que responda plenamente a su sed de felicidad.
El evangelio nos invita a «trabajar por un alimento que no perece, sino que perdura dando vida eterna». El creyente se preocupa de alimentar lo que en él hay de eterno, arraigando su vida en un Dios que vive para siempre y en un amor que es «más fuerte que la muerte».
18 Tiempo ordinario – B
Abrazo y bendición!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario